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#GraphosCc #Tlx #Noticias #BarradeOpinión #Columna #PalabrasconFondo | La tragedia anunciada: la omisión federal frente a las lluvias intensas. Por C. Baltazares by #AIGCcTlx

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#GraphosCc #Tlx #Noticias #BarradeOpinión #Columna #PalabrasconFondo | La tragedia anunciada: la omisión federal frente a las lluvias intensas


La tragedia que hoy enluta a miles de familias en Hidalgo, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí y Veracruz no puede calificarse como un desastre natural imprevisible. Fue, en todo caso, una tragedia anunciada. Los datos y pronósticos emitidos por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) fueron precisos y oportunos: se advirtió con claridad sobre días de precipitaciones intensas y atípicas, pero las autoridades federales decidieron mirar hacia otro lado.


El problema no fue la falta de información, sino la ausencia de acción. Mientras los reportes técnicos alertaban sobre el incremento del caudal de ríos y presas, la respuesta oficial se limitó a la emisión de comunicados generales. Ni el Gobierno Federal ni los gobiernos estatales asumieron con responsabilidad la tarea preventiva que les correspondía. Como señala Aguilar Villanueva (2016), “la omisión en la gestión pública no solo revela ineficiencia, sino una forma de irresponsabilidad política que tiene consecuencias sociales irreversibles” (p. 142).


La lentitud en el envío de apoyo federal y la falta de alertas tempranas efectivas agravaron la situación. Todo indica que las autoridades optaron por informar, pero no actuar. Delegaron en la población la toma de decisiones sobre su propia seguridad, lo que equivale a renunciar a una de las funciones básicas del Estado: proteger la vida y el patrimonio de sus ciudadanos.


Los ríos, barrancas y laderas donde hoy se reportan pérdidas humanas y materiales no son nuevas zonas de riesgo. Desde hace años se sabe que son territorios vulnerables a deslizamientos e inundaciones. Sin embargo, no se emprendieron acciones de reubicación ni obras de mitigación adecuadas. Como advierte Pardo (2018), la política pública mexicana “suele reaccionar frente a las crisis, en lugar de anticiparlas, lo que perpetúa la lógica del desastre como rutina administrativa” (p. 57).


No basta con tener planes de emergencia archivados en oficinas gubernamentales ni con prometer ayuda cuando la tragedia ya está consumada. La gestión del riesgo requiere anticipación, coordinación interinstitucional y voluntad política. Las imágenes de comunidades anegadas, carreteras destruidas y familias buscando refugio son el reflejo más crudo de un Estado que responde tarde y mal.


Los más de 60 fallecidos, hasta el momento, son víctimas no solo de la fuerza de la naturaleza, sino de una cadena de negligencias institucionales. En un país que presume de tener sistemas de protección civil y tecnología de pronóstico meteorológico avanzada, resulta inaceptable que la información no se traduzca en acción.


La lluvia no se puede detener, pero el daño sí puede prevenirse. Lo que hoy vemos no es un fenómeno natural inevitable, sino el resultado de la ineficiencia burocrática y la desconexión entre ciencia y decisión política. Mientras el gobierno se enreda en discursos y promesas, la naturaleza vuelve a recordarnos con furia lo que la autoridad olvidó: la prevención también es una forma de gobernar. Por: C. Baltazares by #AgenciaInformativaGraphosCcTlx 

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