#GraphosCc #Tlx #Noticias #BarradeOpinión #Artículo | Un trabajo que se hace por amor • A propósito del Día Internacional del Trabajo Doméstico No Remunerado por María José Morales Vargas by #AIGCcTlx
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- 31 jul
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• A propósito del Día Internacional del Trabajo Doméstico No Remunerado
En 1983 durante el segundo encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe se declaró el 22 de julio como el Día Internacional del Trabajo Doméstico No Remunerado. Un trabajo que, como dice la académica feminista Silvia Federici, se hace por amor. ¿Cómo se distribuyen las tareas cotidianas? ¿Quién se ocupa de las tareas del hogar: lavar, planchar, comprar, cocinar, desinfectar? Tener una casa limpia, la comida hecha, la ropa lavada, las cuentas organizadas, la despensa del día, hacerse cargo de la crianza, hace posible que otros miembros de la familia salgan a conseguir empleos que generen dinero.
Y es que, como afirma Federici en su texto El patriarcado del salario, las mujeres producimos el producto más preciado que puede aparecer en el mercado capitalista: la fuerza de trabajo. Tras cada fábrica, tras cada escuela u oficina se encuentra oculto el trabajo de millones de mujeres que producen la fuerza de trabajo requerida en el sistema de producción capitalista.Cuando hablamos de trabajo doméstico no estamos hablando de un empleo como cualquier otro.
Comúnmente, cuando hablamos de trabajo tendemos a considerar únicamente el trabajo remunerado, es decir, aquellos trabajos por los que se recibe un salario o ingreso específico. Pero vale la pena visibilizar otro tipo de trabajos que, como lo han discutido las teorías feministas, contribuyen a la producción de mano de obra, producen capital, sostienen la vida y, a pesar de eso, no están reconocidos como trabajos y no son remunerados. El salario nos reconoce como trabajadores, en tanto, tener un salario significa ser parte de un contrato social. La diferencia de los trabajos remunerados con el trabajo doméstico reside en que este no es remunerado y se ha impuesto sistemáticamente a las mujeres debido a las disposiciones “naturales”, ancladas a una postura escencialista de que las mujeres, (al ser las que se embarazan, dan luz a los bebés, los alimentan, les proporcionan cuidados), son “cuidadoras por naturaleza” dedicadas a las tareas domésticas y de crianza, no remuneradas. Lo anterior ha traído como consecuencia que los hombres eludan, en el mayor de los casos, responsabilidades del cuidado y del trabajo doméstico.
El trabajo doméstico y de cuidados en las sociedades contemporáneas es sexista, se atribuye a ser un trabajo exclusivo de mujeres. En este sentido, desde una escala micro, las personas que podrían cuidarse a sí mismas y no lo hacen tienen una deuda con las/los cuidadores, los hombres y las personas de clases altas tienen una deuda con las mujeres por los trabajos de cuidados que han realizado gratuitamente o mal remunerados, tienen una deuda las comunidades que no cubren sus propias necesidades y delegan cuidados a personas venidas de otros lugares, en el mayor de los casos a migrantes racializadas, generando una deuda de cuidados los países emisores con los territorios receptores. En una escala estructural, el patriarcado ha contraído una deuda con las mujeres por el enorme cantidad de trabajo de cuidados que han realizado históricamente y que los hombres han realizado en menor proporción.
La democracia tiene una deuda de cuidados por la falta de reconocimiento y valoración del trabajo de cuidados, por la ausencia de políticas públicas que garanticen el acceso universal a servicios de cuidado.Las sociedades del mundo se encuentran organizadas por lo que Gayle Rubín ha llamado el sistema sexo/género. Se trata de una organización simbólica y material a partir de la cual se atribuye valor y posición diferenciada a hombres y mujeres dentro de la estructura social. Opera como una serie de disposiciones, mandatos, normas y arreglos para que mujeres y hombres realicen tareas diferenciadas y reciban reconocimiento distinto por lo que hacen, de allí que la reproducción de este sistema se traduce material y políticamente en múltiples asimetrías, desventajas y roles subordinados que afectan negativamente a las mujeres. Uno de los mecanismos, a través de los cuales se sostiene el sistema sexo/género, es la división sexual del trabajo. La división sexual del trabajo supone que la diferencia biológica entre los sexos impide el acceso igualitario de varones y mujeres a trabajos tanto en el ámbito público como en el privado.
Esta división se asienta en los clásicos modelos del varón proveedor-protector, que trabaja fuera del hogar por un salario, y de la mujer cuidadora que se dedica a las tareas domésticas y de crianza, no remuneradas. Bajo esta disivión se instala un reparto desigual de los trabajos productivos (actividades remuneradas, para el mercado) y reproductivos (actividades domésticas y de cuidados, en el hogar); los primeros culturalmente asignados para los hombres y los segundos para las mujeres.
En México, la división sexual del trabajo es clara: las mujeres dedican más del doble del tiempo que los hombres a labores domésticas y de cuidado. Según datos de datos de la CEPAL (2024) las mujeres pasan tres veces más tiempo que los hombres realizando trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. En 16 países de América, las mujeres dedican entre 22,1 y 42,8 horas semanales al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, mientras que los hombres dedican entre 6,7 y 19,8 horas.
En este punto, es importante reconocer las labores domésticas no remuneradas, actividades que recaen principalmente en las mujeres y que, por lo tanto, representan un obstáculo para la igualdad de oportunidades y su autonomía social-económica. En América Latina se pueden situar avances concretos en materia de programas, políticas y diseños de sistemas integrales de cuidados dirigidos a personas en situación de vulnerabilidad (niñas, niños, personas con capacidad y de edad en situación de dependencia), con alcances de reconocer el valor social del trabajo de los (as) cuidadores y de desestructurar la actual división sexual del trabajo que ha situado a las mujeres en la esfera privada atribuyéndoles cargas desproporcionadas de tareas domésticas y de cuidado no remuneradas. El informe “Reconocer, redistribuir y reducir el trabajo de cuidados” editado por ONU mujeres (2018) y el Informe “Sistemas de Cuidado y Apoyo en América Latina y el Caribe” editado por UNICEF (2023) sitúan avances implementados en América Latina y el Caribe.
Según datos emitidos por estos informes, diez países latinoamericanos son los que se encuentran discutiendo, diseñando o implementando sistemas de cuidados, estos son: Uruguay, Chile, Costa Rica, Colombia, Argentina, México, República Dominicana, Paraguay, Panamá y Perú. El caso más emblemático es Uruguay que, desde el 2015 en el marco de la Ley 19353, se convirtió en el país pionero en constituir un Sistema Integrado de Cuidados (SNIC) con el fin de generar un modelo corresponsable de cuidados entre familias, Estado, comunidad y mercado, basándose en el cuidado como derecho universal y en la igualdad de género como principio transversal.México se encuentra en una situación auspiciosa para crear un sistema nacional de cuidados. En los últimos años se han presentado algunas propuestas legislativas. La primera es una reforma constitucional reconociendo el derecho al cuidado aprobada en la Cámara de Diputados en noviembre de 2020, y una iniciativa por un Ley General del Sistema de Cuidados presentada en el Senado un año después. Varios Estados y Municipios, como Jalisco, la Ciudad de México y Monterrey, han empezado a aplicar sus propias enmiendas constitucionales y sistemas de cuidados al nivel municipal y estatal. Si bien, este sistema aún no se ha implementado completamente,se han dado pasos importantes en su conceptualización y reconocimiento como un derecho humano, así como en la visibilización del trabajo de cuidados, especialmente el no remunerado, y su impacto en la economía y el bienestar social.
Otro avance que se puede considerar es la colaboración entre Sociedad Civil y Academia para impulsar la iniciativa como parte del trabajo de la Coalición por el Derecho al Cuidado Digno y Tiempo Propio de las Mujeres. También con esta colaboración han sido factible impulsar y realizar el Programa Haceres y Saberes del Cuidado desde el año 2021, así como el Primer Congreso Internacional de Políticas del cuidado y el diálogo con las políticas públicas que organizó, la Comisión Interna para la Igualdad (CInIG) de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, de la Universidad Nacional Autónoma de México.A pesar de los avances descritos, es necesario aún analizar y proponer licencias de cuidados para diversas poblaciones invisibilizadas, como las familias lesbomaternales, homosexuales, no binarias, trans. Por lo que respecta a escalas escalas micro, como los hogares, es imporante apostar por una distribución justa del trabajo doméstico y de cuidados, donde estas actividades no recaigan esclusivamente en las mujeres. Por María José Morales Vargas by #AgenciaInformativaGraphosCcTlx










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