Decir “me muero” es confirmarme vivo | #Columna #Ociociudades por Alejandro Ipatzi by #AIGCcTlx
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Decir “me muero” es confirmarme vivo | #Columna #Ociociudades por Alejandro Ipatzi by #AIGCcTlx



Decir “me muero” es confirmarme vivo | -Me muero de aburrimiento- dijo ella.


Y no había opciones de visita social en todo el primer cuadro de la ciudad. Caminamos varias calles hasta que el hambre nos hizo entrar a un expendio taquero; para matar el hambre. Después de la comilona, como la noche estaba por ceder el nombre a la madrugada, “me muero de sueño” fue su despedida.


Ya a solas, en un cuarto que se muere por una remodelación o por lo menos una pintadita, pensé en cuantas muertes ficticias habían sucedido esa jornada.


Es una cuestión superlativa equiparar nuestros estados de ánimo a la muerte. Como si en lugar de ser el término irremediable de una vida, fuera una condición deseable al limbo previo de las necesidades.


Morimos de hambre, de sueño, de calor, de frío. Muere la fan por el guapo de moda, muere el sediento por un refresco, muere la adolescente por su primer beso; el chavo por un faje.


Somos una sociedad de moribundos. Apologistas de la agonía. Dedicados al lamento perpetuo, entronizados en la mortandad premeditada y al mismo tiempo sistemática. Los opositores por antonomasia hablan de la muerte del sistema, de la agonía eterna del país. Los arqueólogos rescatan culturas muertas, los lingüistas idiomas muertos; el resto, sólo pensamos en morir.


Si, para morir nacimos, recita un poema prehispánico. Pero no por eso debemos estar pendientes de ese desenlace, como si otra cosa no tuviéramos que hacer en tanto.


Ese hastío citadino, que en casos normales es simple aburrimiento, y en otros casos más severos es ya de plano sintomatología de estrés susceptible de tratamiento psiquiátrico, nos lleva a la ociosidad gramatical de llamar muerte a todo. Quizá por eso, las fiestas de muertos son tan patrimonio cultural de México para el mundo. Quizá por eso, la muerte nos hace los mandados, quizá por eso nuestras satisfacciones son como muertes chiquitas. Quizá por tanto, quizá por fin, quizá.


Y por eso, hoy, que estaba que me moría de ganas de escribir sobre el uso de la palabrita a cada dos por tres, que moría de ansiedad por que el tiempo no se me muriera sin dejar beneficios, y porque de plano, si no escribo mueren varios millones de mis neuronas, dejo a manera de herencia prematura, las palabras de este texto.

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